Antes de llegar al deseo
de dejar de consumir no podíamos con nuestra vida. No podíamos
vivir ni gozar de la vida como lo hacen otros. Teníamos que tener
algo diferente y pensábamos haberlo encontrado en las drogas.
Anteponíamos su consumo al bienestar de nuestras familias, parejas e
hijos. Teníamos que tener drogas a toda costa. Hicimos daño a
muchas personas, pero sobre todo nos lo hicimos a nosotros mismos.
Debido a nuestra incapacidad para aceptar las responsabilidades
personales, nos creábamos nuestros propios problemas. Parecíamos
incapaces de afrontar la vida tal como es.
La mayoría nos dimos
cuenta de que con nuestra adicción nos estábamos suicidando
lentamente; pero la adicción es un enemigo de la vida tan astuto,
que habíamos perdido la fuerza para poder detenernos. Muchos
terminamos en la cárcel o buscamos ayuda en la medicina, la religión
o la psiquiatría. Ninguno de estos métodos nos bastó. Nuestra
enfermedad siempre reaparecía o seguía avanzando hasta que,
desesperados, buscamos ayudarnos los unos a los otros en el deseo de
dejar de consumir.
Después de llegar a el
deseo de dejar de consumir nos dimos cuenta de que estábamos
enfermos. Padecemos una enfermedad que no tiene cura conocida. Sin
embargo, puede detenerse en un momento dado y la recuperación es
entonces posible.
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